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En media España, pasan los meses y los años sin que veamos caer, mansamente, la nieve.

¿Pero, qué tal si hacemos un sencillo conjuro? Tan sencillo como escuchar, y sentir, el nuevo disco de Enya, «And winter came…» («Y el invierno llegó…»), otro evocador retablo de la cantante irlandesa, una colección de cuentos invernales para escuchar arrobados por un fuego, y un sorbo del agua de los dioses en los labios.

Nacida y criada en gaélico, Eithne Patricia Ni Bhraonian -de los Ni Bhraonian de toda la vida (para entendernos, el grupo Clannad, con el que Enya trabajó alguna temporada), los Ni Bhraonian del condado de Donegal, uno de los que mayor renta per cápita de músicos poseen de todo el planeta-, tiene el pelo negro zahíno, y unos ojos verdes, verdes como, la albahaca, verdes como el trigo verde, quizá porque la leyenda de que por sus venas corre algo de sangre española es verdadera como nos contó un viejo amigo de queimadas.

Tal vez fueron gallegos de ventura, o descendientes de la marinería vencida y náufraga de la Armada Invencible y sus malditos elementos, pero para Enya la historia no es ni mucho menos nueva: «Sí, eso se habla en mi casa. Mi abuelo era de una de las islas del condado de Donegal, y se cuenta que allí había españoles asentados desde hace mucho tiempo. Puede que mi pelo sea tan negro por eso».

Viene el invierno de la mano y la voz de la irlandesa, tiempo de fríos y de lluvias que para ella es sinónimo de serenidad. «La época invernal -explica- es en la que suelo componer muchas de mis canciones.

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