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Los barones portugueses (Portugal formaba parte en aquel tiempo de la Corona española), que recibieron sepultura en el cercano Convento de las Claras, dejaron además rentas suficientes para que el colegio no dejara de funcionar.

Y así fue durante casi 150 años, con el paso por la ciudad de decenas de estudiantes irlandeses, que luego regresaron a su país como sacerdotes. En la recta final de siglo XVIII las estrecheces económicas terminaron asfixiando el Colegio, conocido ya como ‘de los Irlandeses’, que cerró y pasó a la propiedad del Conde de Revillagigedo.
 
Se terminó así la presencia de la estudiantina irlandesa y comenzó la decadencia del edificio, que fue sufriendo demoliciones y deterioros hasta que fue rescatado por el Ayuntamiento en los años 80.

Para entonces ya había nuevos estudiantes irlandeses en la Universidad, los Erasmus del siglo XX. Y en los 90 se encontraron con una plaza dedicado a ellos, la de los Irlandeses, que ocupa en buena parte la huerta y el patio perdidos del colegio, del que hoy sólo se conserva la crujía de la fachada y es utilizado como centro académico de intercambio estudiantil tras ser cedido por el Ayuntamiento a la Universidad.
 
También en esa década, concretamente en 1997, y muy cerca de la plaza, en el Corral de la Sinagoga, abrió sus puertas un pub típico irlandés, el Whelan’s, que es hoy uno de los garitos más cosmopolitas de la ciudad.

Eso sí, antes que todo eso, en el siglo XIX, Alcalá sumó otro trébol aunque de rebote: a un parque público se le dio el nombre del famoso general O’Donnell, español de Santa Cruz de Tenerife, pero descendiente directo de Calvagh O’Donnell, jefe del poderoso clan irlandés de los O’Donnell.

Más castizo irlandés, imposible.

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